martes, 15 de diciembre de 2009

EL ANONIMO AERONAUTICO

A través de Internet ayer pudieron escucharse una serie de interferencias entre las comunicaciones del Helicóptero presidencial y la Torre...

A través de Internet ayer pudieron escucharse una serie de supuestas interferencias entre las comunicaciones del Helicóptero presidencial y la Torre de Control del Aeroparque Jorge Newbery, en las cuales una voz anónima interrumpía el aséptico diálogo del piloto con el controlador manifestando los peores deseos para la Presidenta de la Nación, casualmente pasajera de la nave.

Inmediatamente el gobierno reaccionó escandalizado como acostumbra a hacerlo, argumentando que estas interferencias eran auténticas “amenazas” ligadas a diferentes acciones de la mandataria relacionadas con los derechos humanos y que, por supuesto, que no se dejaría amedrentar por lo sucedido.
Prestamente, el Juez Ariel Lijo anunció que se abocaría a investigar el hecho.

Pero a no hacerse muchas ilusiones por el resultado de la pesquisa.
Las interferencias escuchadas distan de ser producto de un sofisticado aparato propio del agente 007.

En realidad, lo correcto es decir que son interferencias a una comunicación aeronáutica, pero generadas sobre frecuencias radioeléctricas que, por su naturaleza, se encuentran abiertas a todas aquellas estaciones que cuenten con el equipamiento necesario para recibir y transmitir en las mismas.

Vale decir que una persona provista de un “Handy” que pueda escuchar el canal de 118.85 MHz (que es el que usa la Torre de Aeroparque) pude “meterse” en la conversación todas las veces que quiera, sentado al comando de otra aeronave o en un cómodo sillón de una oficina en Puerto Madero.

Las posibilidades son múltiples y, desde tal perspectiva, no hay otra diferencias entre esta persona con aquella que pueda insultar a viva voz a la Presidente en un acto público que el uso de un equipo apropiado.
Aquí, el medio es el mensaje.

Lo más razonable sería que el ministro Fernández asumiera que hay mucha gente que no quiere en absoluto a la Presidente, entre ellos, gente con equipos para transmitir en las bandas que usan los servicios de tránsito aéreo y que se valen del anonimato que brindan este tipo de transmisiones para hacerle notar al piloto presidencial del enfado que los embarga.

Probablemente supongan -en forma bastante descabellada - que el solícito aviador le comentará a la mandataria de tal estado de ánimo.

Pero de lo que sí estamos seguros es que, a partir de esta nueva victimización, no serán pocos los que quieran incursionar en el mundo del insulto aeronáutico mediante esta especie de anónimo radioeléctrico.

Sin quererlo, la Casa Rosada puede haberle dado tribuna a personas muy enojadas. Que, por cierto, se cuentan de a miles.
Horacio Lazcano

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