lunes, 9 de noviembre de 2009

MOYANO, LA TERCERA ETAPA DE LA MAFIA EN LA ARGENTINA

El líder camionero en la senda de Yabrán.
En la Argentina, pese a tener una inmigración italiana muy importante a principios de siglo, nunca se llegó a constituir algo parecido a una mafia que viniera de la península.

Solamente a mitad de la década del treinta surgió un principio de mafia en la ciudad de Rosario, con Chicho Grande y Chicho Chico, donde se sucedían cadenas de crímenes y protección hasta que a estos capos se les ocurrió secuestrar al joven Ayerza de la alta sociedad.

El entonces presidente General Agustín P. Justo tomó la decisión de caerles con todo el peso de la ley y así terminó con la entonces llamada "Chicago Argentina".

En la década del noventa, Alfredo Yabrán, desde el bajo perfil, con una empresa de correo privado, empezó a destruir la competencia de otras empresas con violencia, compra de jueces y de también violencia, hasta llegar a la cima del poder.

Desde allí, Yabrán aumentó la apuesta, creyendo que era intocable, porque en la Presidencia no había decisión política de terminar con estas maniobras corruptas.

Identificando el poder con impunidad, ordenó entonces un asesinato, el del fotógrafo José Luis Cabezas, y apareció en escena el entonces gobernador Eduardo Duhalde, que tomó la decisión política de terminar con esa mafia empresarial.

Desde fines de la época de Menem surgió en el primer plano un sindicalista que tenía excelente relación Yabrán.

Éste era Hugo Moyano.

Su sindicato, no era por entonces tan clave como ahora.

Durante el gobierno de Fernando De la Rúa y aprovechando sus desaciertos, empezó a crecer la figura de Moyano.

A partir de los sobornos del senado alcanzó su grado máximo con su denuncia de la Ley Banelco y así siguió hasta la caída de ese gobierno que no daba para más.

Con la asunción de Duhalde como presidente, Moyano mantenía buenas relaciones con éste, pero se jugó a apoyar la candidatura de Adolfo Rodríguez Saá.

Pero cuando ganó Kirchner, enseguida se acopló a su figura, de la mano de los subsidios al gasoil y al transporte de cargas, hasta convertirse en el socio sindical preferido del gobierno.

A través de métodos violentos fue acrecentando sus afiliados hasta llegar a los 150.000.

En los Estados Unidos, en 1989, se decidió combatir a este tipo de organizaciones mafiosas con el llamado Estatuto Rico, que coordina a todas las fuerzas de seguridad y de la justicia para terminar con este flagelo y la definición de este tipo de actividades como:

“asociaciones de individuos o de grupos que tienen una disciplina, una estructura de carácter permanente, que se perpetúan por sí mismos y que se combinan con el propósito de obtener ganancias o beneficios monetarios o comerciales empleando de manera parcial y total medios ilegales y que protegen sus actividades mediante la aplicación sistemática de prácticas corruptas.”

Después de ver los últimos acontecimientos, al sitiar a los distribuidores de los diarios más importantes del país sin que las fuerzas de seguridad actuaran, salvo para observar estas privaciones ilegítimas de la libertad ambulatoria, no queda más remedio que aplicar con todo rigor la ley.

Pero no lo hará este gobierno contra la que considera su guardia pretoriana.

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