martes, 24 de noviembre de 2009

LOS KIRCHNER, EL PODER Y EL CAOS

¿semillas de un futuro estado fallido?
Si bien parte del apocalíptico título de este artículo no apunta a definir a la Argentina como un Estado fallido en la actualidad (sería poco serio afirmarlo aplicando un estricto rigor académico), ni tal vez camino a serlo a muy corto plazo, lo cierto es que existen en el presente un proceso en desarrollo y las condiciones propicias existentes en otros casos que, de no revertirse, podrían llevar al país a un grado irreversible de desintegración nacional.

El grado ascendente de conflicto que la Argentina padece desde hace varios años, más allá de sus causas multifacéticas y multidimensionales, tanto internas como externas, permite sí afirmar sin ambages que es también consecuencia del irrespeto a la Constitución Nacional
-piedra angular de nuestro sistema republicano- y la ausencia de aplicación de la ley y resguardo del orden por parte de los tres poderes constitucionales.
Resultaría injusto hacer referencia solamente al Poder Ejecutivo, dado el estado de servidumbre de muchos jueces y legisladores y el transfuguismo político de algunos gobernadores y otros servidores públicos, que se acercan o alejan del poder central
-muchas veces dando la espalda al mismo orden constitucional-, si de salvar sus propios intereses se trata.

No forma parte de la idea de este documento analizar los antecedentes históricos de algunos Estados débiles, fallidos o en camino a serlo, ya que la Argentina y los argentinos en general tienen un sello distintivo propio que los diferencia de otros países.

No obstante, la Argentina carece en el momento actual de las condiciones que requiere todo Estado para arrogarse su condición del tal, a lo cuál se agrega un Gobierno comandado por una sociedad matrimonial y un núcleo muy reducido de fieles, que intentar aplicar políticamente la “teoría del caos”, sin otro objetivo que la acumulación de un poder que podría estallarles en las manos en cualquier momento.

Actualmente se percibe y comprueba en el terreno un altísimo crecimiento de la criminalidad y de la corrupción en los más altos niveles del Estado Nacional y de la mayoría de los Estados provinciales.
Además, podría afirmarse prima facie, por los casos más recientes de adulteración de medicamentos, tráfico de efedrina con destino al narcotráfico, crímenes por encargo y otros gravísimos delitos que son de conocimiento público, que existe un severo compromiso entre el crimen organizado y agentes de la función pública situados a lo largo y a lo ancho de todos los niveles jerárquicos estatales.

Con tamaño ejemplo -y ello es además parte de las condiciones necesarias preexistentes para el debilitamiento progresivo de un Estado hasta que este quede destruido en su condición del tal-, es lógico esperar que la convergencia entre criminalidad y corrupción generalizada se haga extensiva a todos los sectores de nuestra sociedad, incluyendo a las instituciones que en condiciones normales deberían ser el basamento permanente de nuestro sistema republicano.

Un capítulo aparte es el manejo de la Economía y de los espurios manejos de los negocios del Estado por parte del Gobierno nacional, que dilapida el erario público para solventar agendas de organizaciones adictas y sujetos de siniestra reputación, quienes actúan desde hace años como fuerzas de choque paraestatales y gozan de todas las prebendas y hasta del más fluido acceso al más alto nivel oficial.

Asimismo, sería un insulto a la inteligencia negar que solamente con un alto grado de aquiescencia por parte del círculo gobernante de nuestro país, podría permitirse que algunas de tales organizaciones y sus líderes figuren también en las nóminas de pago de gobiernos como el de Venezuela y de Cuba, que orquestan y financian actividades en territorio argentino que responden exclusivamente a los objetivos políticos propios y exclusivos de estos actores estatales.
Ello sucede, además, porque hay una clara intersección de agendas y acuerdos metodológicos entre algunos dictadorzuelos de la región, “aliados estratégicos” de la “sociedad en comandita por acciones” del matrimonio Kirchner y del círculo íntimo que comparte su proyecto de poder.

No obstante, uno de los problemas que enfrentan Cristina Fernández de Kirchner y Néstor Kirchner, es que la situación financiera actual les impide continuar alquilando o subsidiando a varios de sus antiguos aliados.
La situación creada como consecuencia de esto es que se presenta para ellos el peor de los escenarios, que es ser enfrentados desde la extrema izquierda, que ambos Kirchner alentaron y subsidiaron conjunta y coordinadamente hasta hace poco tiempo.

El alto grado de deterioro de la cohesión social, avivado por la serie de conflictos alentados por el mismo matrimonio Kirchner y sus violentos operadores paraestatales, podría conducir en tiempos no muy lejanos a una situación caótica y fuera de todo control.

¿Pero es posible, más allá de la probabilidad de ocurrencia, que la sociedad Kichner intente generar una situación caótica, para luego reprimir y acumular un mayor poder?
La respuesta a dicha pregunta es afirmativa, como también de mediana a alta la probabilidad de ocurrencia que intenten generar una situación de caos, para retirarse temporalmente con ese pretexto del escenario político del país y dejar tamaño legado a un débil sucesor, con el objeto de intentar luego un retorno triunfal.
Otro escenario no menos probable, como culminación de las tendencias que se observan actualmente y si la situación evolucionara favorablemente -se entiende que con los Kichner manejando el caos y no sucumbiendo por él-, es que se intente anular la más mínima oposición y asumir el control total del poder.
Restaría saber con qué tipo de pretextos lo harían, aunque dadas las arremetidas actuales en el marco de un supuesto “Estado de Derecho”, deberían caber muy pocas dudas sobre los probables desenlaces, si se diera tal hipotético plan.

El gran problema es que la visión de cabotaje del famoso binomio le impide percibir el peligro que implica generar una situación de caos político y social, que luego sería extremadamente difícil de controlar, por la dinámica de las variables que suelen participar en ese tipo de procesos.

Las condiciones básicas necesarias para conducir al país a un estado fallido están dadas sobradamente en la Argentina y son las siguientes:

Pérdida de la condición de “buen Gobierno”, algo que el país ha perdido progresivamente a través de las últimas décadas, situación agravada por el irrespeto y atropello según el caso a muchas de las leyes vigentes por parte de las dos administraciones Kirchner.

Disminución gradual de la capacidad del Gobierno Nacional de ejercer debida y plenamente las funciones que le asigna la Constitución Nacional, como pilar de todo el edificio jurídico que asegura la vigencia del sistema republicano.

Autonegación por parte del Gobierno Nacional del derecho pero también de la obligación de preservar el orden público frente a la grave situación imperante, creando y/o manteniendo las condiciones para preservar la seguridad interior y la concordia entre los habitantes del país, sean estos nativos o extranjeros.

Degradación de la situación socio-económica, agravada por un alto nivel de corrupción y la actividad de organizaciones criminales enquistadas en todos los niveles del Estado (Nacional y provinciales), comenzando por el narcotráfico.

Desintegración progresiva del tejido social y aumento de la criminalidad común, del narcotráfico y del consumo ilegal de estupefacientes, estimulados por una doctrina penal afín a escuelas abolicionistas que privilegian al delincuente y desconocen los derechos de las víctimas.

Inmigración sin control ni programas de acogida por parte del Gobierno Nacional, que se concentra en los principales centros urbanos, con ciudadanos extranjeros que carecen muchas veces de trabajo fijo.
Por ello y más allá del grado de criminalidad, una proporción de dichos inmigrantes resulta propensa a ser tentada para realizar actividades delictivas de todo tipo, estimulando el crecimiento perverso de la economía ilegal, que contribuye a su vez a la estabilización del sistema de corrupción.

Destrucción de los sistemas de defensa, seguridad e inteligencia, comenzando por el estado de desmantelamiento y destrucción progresivo
-desde hace décadas- de las FF.AA., reducidas en la actualidad a una situación prácticamente irreversible, que podría impedirles cumplir con la más insignificante de las misiones para las cuales fueron fundadas en los albores de nuestra patria.

Las condiciones mencionadas que son características de un Estado débil, fallido o en vías de serlo no son las únicas, desde luego, porque en el caso argentino podría escribirse un verdadero tratado sobre todas y cada una de las mismas.

El proyecto de poder kirchnerista aparece así, por acción u omisión, como extremadamente funcional a los intereses foráneos y domésticos que no tienen otro objetivo que arrojar a la Argentina al cesto de desperdicios de la Historia.

Lamentablemente, la oposición política se encuentra en estado de fragmentación, como también padeciendo en algunos casos de un alto grado de relativismo moral, como el que han demostrado padecer, recientemente, algunos de sus principales actores.

El propósito de este breve trabajo es exponer los lineamientos generales de la grave situación actual, con el único objeto de contribuir a discusiones sobre su contenido, con aquellos que pudieran interesarse en estudiar las respuestas más adecuadas, para intentar el quiebre de las tendencias actuales, en el marco de la Constitución y de las leyes vigentes de la República.

HORACIO CALDERON
Analista Internacional

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