ROMANCE
DE LA BANDERA DE GUERRA DEL RI 4 de
Monte Caseros CORRIENTES
Cuando por Puerto
Argentino
y todas sus adyacencias
flotaban los humazones
y olor a pólvora negra;
cuando apenas se
acallaban
los ayes en las
trincheras,
y en los aires no silbaban
los proyectiles de
guerra;
cuando ya por agotada
la munición, se ordena
destruir armas y equipos
para que a nadie
sirvieran;
cuando sus bocas los
Sofma
tremendas al fin
silencian,
llorando todos de bronca
no la derrota,
impotencia;
cuando las voces de
mando
a oírse en ingles
empiezan
y los kelpers cual rebaños
de ovejas salen afuera;
cuando en los mástiles
se alzan
sabanas blancas que
fuerzan
a parlamento y entrega
de cualquier arma de
guerra;
entonces llego jadeante
escondiendo la bandera
del Regimiento de
Infantes
Cuatro, un sargento en
carrera.
Jamás corrió como
entonces
Escurriéndose en la
niebla
El Sargento Mario Ponce,
Correntino por más
señas.
Al fin llego a su
destino:
Un cuarto donde lo
esperan
Otros hombres que meditan
Como salvar la Bandera.
Allí se entera… y no
quiere
ni escuchar lo que
cuentan
-¿Cómo es posible
salvarla
de un ingles como
presea,
arrojándola alas brasas
de la turba en una
hoguera?
¡ Por Dios, que quiero
me incendien
Envuelto yo todo en
ella!
¿No han muerto acaso
argentinos
por izarla al tope en
estas
Islas? ¿ A que hemos
venido?
¿ No hemos nacido en la
Tierra
de Corrientes, cuya fama
es haber amamantado
hombres que son una
fiera?
¡ Yo no soporto la
quemen…
quiero incendiarme con
ella!
- Sargento Ponce: aquí
viene
El Capitán Farinella!
-Gracias a Dios, porque llega
en
esta instancia suprema.
Impuesto
fue el Capitán
de
lo que allí discutieran;
hombre
de mando, al instante
tomo
y beso la Bandera.
Quitose
la ropa arriba
de
la cintura y envuelta
quedo
su espalda y su pecho
de
armadura tan esbelta.
¡
Jamás hubo un Capitán
que
ante sus hombre luciera
mejor
que un abanderado
en
uniforme de fiesta!
El
Capitán de inmediato
pensó
en una estragema:
con
un medico tramaron
que
un soldado la escondiera
bajo
un yeso simulando
traumatismo de cadera;
mas no hubo tiempo para
eso;
que los ingleses
arrecian
y eran todos puro nervio
por sabotaje y peleas.
Entonces fue cuando el
Padre
Vicente Martínez ruega
a sus amigos la honra
de ser soldado estafeta.
Instante previo al
embarque
El Capitán Farinella
le entrega un bolso
arruinado
que anduvo entre las
trincheras.
-Padre:
aquí la Patria vuelve
hecha
jirones su enseña,
pero
esta ilesa en el alma
de
los que van o se quedan;
llévela
hasta el Continente,
como
reliquia de Guerra.
-Capitán
quede tranquilo;
que
si vine a estar en vela,
sin
armas en la batalla
asistiendo
a los que mueran,
hoy
no vuelvo capellán
ni
prisionera de guerra;
antes
habrán de matarme
que
quitarme esta bandera.
¡Juro
por Dios y la Patria
que
sabré ser una fiera!
¡Deme,
por Dios, su pistola
para
ser buen centinela!
Así
dijo aquel guerrero
que
no era el que viniera.
la
noche estaba cerrada
entre
espantajos de niebla.
Martínez
encolumnose
hacia
el Yeguin, y en la espera
va
ocultando entre ornamentos
el
moño, cuja y Bandera.
Cuando
llega a embarcarse,
junto
al pie de la escalera
hay
ingleses que requisan
a
ciertos hombres que muestran
una
tremenda amargura
y
no saben contenerla.
Martínez
vuelve a ser cura
y
les dice que aquí lleva
medicinas
para el alma…
de
heridos, muertos, cualquiera
fuera
quien necesitara
de
sus servicios en guerra…
No
durmió el cura Martínez,
sino
velo el centinela,
acompañado
en la noche
por
escuadrones de estrellas,
hasta que en tierra argentina
arrodillose
en la arena,
y
entre gruesos lagrimones
beso
aquella su Bandera.
20
de junio de 1984
Día
de la Bandera
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