La autodenominada “Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales” presentó este miércoles ante la Cámara de Diputados de Argentina un proyecto de ley que, de aprobarse, concedería todos los derechos del matrimonio –desde la comunión de bienes hasta el derecho de adopción– a las uniones homosexuales.
La unión del hombre y la mujer para constituir pareja proporciona a cada uno compañía y perfección fundamental, aportando desde la heterosexualidad una específica visión del mundo, de la vida, que solo lo puede hacer quien vive para una auto-donación.
Sólo puede haber matrimonio, es decir, aquel que puede ser reconocido por la Iglesia y por la sociedad, cuando una pareja heterosexual busca la realización de su vida en un proyecto común que no es otra cosa que la experiencia del amor, que en el matrimonio Cristo ha elevado a la dignidad de sacramento.
Varias sociedades Europeas como Holanda e Inglaterra han introducido en la sociedad la posibilidad de darle estatuto jurídico a las parejas de homosexuales que quieren tener una comunión de bienes, afectos e intereses, buscando que la sociedad los reconozca como una "pareja" que surgió con un pacto matrimonial.
Las modernas sociedades y los individuos pueden tolerar dichas uniones homosexuales, pero no las pueden equiparar u homologar con el matrimonio heterosexual, que es el único donde el amor se proyecta, se transmite la vida, se forma una familia y hay una comunidad de personas que desempeñan un rol básico de identificación.
La unión homosexual no proyecta el amor verdadero porque al fijar la atención en otra persona de igual sexo, no hay donación, hay contemplación de lo propio, y la sexualidad de pareja se convierte en encuentros eróticos que no pueden generar la vida.
Cuando Dios creó la pareja humana dispuso la diversidad de sexos para que por la fecundidad dominaran lo creado y se complementaran en lo más profundo.
Ahora, en Colombia se estudia la posibilidad de que el legislador civil apruebe un proyecto de ley mediante el cual las parejas homosexuales surgieran con vínculos estables como aquellos que dan el consentimiento matrimonial.
De ser aprobado este exabrupto jurídico, se terminarán de degenerar las costumbres ya deterioradas por la mentalidad divorcista que tanto mal ha hecho a las familias.
Dios creó al hombre y a la mujer y los bendijo para la mutua perfección y la procreación de los hijos; las uniones heterosexuales, si las hay, deben ser eso, unión, no comunidad sí mucho menos matrimonio.
“La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural a bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevado por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de Sacramento entre los bautizados”, así lo enseña el Canon 1055. 1 del Código de Derecho Canónico.
Siendo la familia la cédula primera de la sociedad, es para la comunidad cristiana una verdadera “Iglesia doméstica” que surge con la celebración del matrimonio donde los esposos realizan en su vida la unión de Cristo con la Iglesia y santifican el amor humano.
Solo puede haber matrimonio en la unión heterosexual porque es allí donde hay una verdadera donación de personas que se abre a la concepción de una nueva vida y por lo tanto los esposos se hacen colaboradores de Dios en la transmisión de la vida.
Así lo declaró la Corte Institucional Colombiana cuando definió que sólo puede haber matrimonio reconocido por la ley civil, aquel que contrae un hombre y una mujer.
Los esposos que, después de un tiempo de noviazgo donde se han conocido como personas y pueden compartir la vida con todo lo que implica caminar juntos en la prosperidad y en las adversidades, optan por el matrimonio, están trayendo a sus vidas la gracia de Cristo que eleva y perfecciona el amor natural, la donación heterosexual en una alianza, es decir en un pacto permanente, cuya orientación es el bien mismo de los esposos, la compañía y la perfección como hombre y mujer que se abre necesariamente a la procreación y educación de los hijos.
San Agustín comentando el texto de la creación de la pareja, decía que cuando Dios vio que el hombre estaba solo y que necesitaba de una compañía porque las especies no podían perfeccionar al hombre para estos dos dialogaran y dominaran sobre lo creado, sino que hizo ala mujer, para que siendo de su misma naturaleza y dignidad complementara profundamente al hombre y ella a su vez lo hiciera con su pareja.
Sin embargo, las personas, y por lo tanto las parejas, no se preparan convenientemente para la vida en común.
Muchos quieren ser pareja pero no tener ni vivir en familia.
Otros quieren solo tener compañía sin que necesariamente haya lazos estables porque consideran que la pareja debe durar el tiempo que permanezca el amor entre ellos, otros simplemente se contentan con encuentros ocasionales.
Todavía hay parejas que, bajo ciertas presiones sociales y familiares, deciden el matrimonio para legalizar una convivencia pre-matrimonial o un embarazo no deseado.
Corresponde a la Iglesia Católica preparar a los esposos por medio de encuentros y cursos profundos y dinámicos, donde intervengan también las parejas de esposos que puedan aportar la experiencia y el matrimonio, y se debe acompañar a los recién casados y a los esposos en el devenir de la vida conyugal.
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